El síndrome de la memoria falsa
Luis Fernando Cuevas Remigio
Ilustración: Eva Lobatón
¿Es posible hacer que una persona recuerde, incluso vívidamente, algo que nunca le sucedió?
En 1990, en el condado de Napa, California, Estados Unidos, una joven de 19 años llamada Holly Ramona demandó a su padre Gary Ramona por medio millón de dólares porque, supuestamente, él la había violado cuando ella tenía entre cinco y ocho años de edad. Dicha acusación surgió luego de que Holly asistiera con una psicoterapeuta debido a problemas de depresión y bulimia. La terapeuta le dijo a Holly que la gran mayoría de los casos de bulimia estaban relacionados con experiencias de abuso sexual durante la infancia y la convenció de someterse a sesiones de hipnosis. Durante dichas sesiones ella supuestamente pudo recuperar recuerdos reprimidos por más de 10 años.
Después de cuatro años de alegatos judiciales en los que Gary perdió su familia y su empleo, él pudo aportar evidencia que convenció al tribunal de que la psicoterapeuta había sugestionado a Holly e implantado recuerdos falsos en su memoria. La corte impuso a la terapeuta una multa de 475 000 dólares por concepto de reparación de daños y malas prácticas profesionales.
Después del caso de Gary Ramona empezaron a surgir en varios lugares de Estados Unidos otros similares. Muchas personas comenzaron a ser exoneradas de diversos cargos o se desistieron de sus demandas basadas en supuestas recuperaciones de recuerdos reprimidos durante muchos años. La inquietud ocasionada por esta situación llegó a ser tal que en 1992 comenzó a funcionar la False Memory Syndrome Foundation (Fundación del síndrome de la memoria falsa) para ayudar a las personas que habían sido acusadas injustamente. Todo esto nos lleva a preguntarnos si es posible que emerjan recuerdos traumáticos de la infancia de los que no somos conscientes, si serían confiables dichos recuerdos y si es realmente posible implantar una memoria falsa a una persona.
Reconstruir la historia
Estrictamente hablando, una memoria falsa se define como una serie de recuerdos de detalles o eventos que no ocurrieron o que han sido distorsionados si es que realmente ocurrieron. La memoria humana es susceptible de transformar la información que almacena; por ejemplo, aunque podamos recordar el argumento general de un libro que nos haya gustado mucho, lo más probable es que estemos tergiversando algunos detalles y que otros los hayamos olvidado definitivamente. Una de las características de la memoria humana es que almacena pequeños elementos significativos de los recuerdos; dicho en otras palabras, almacena “ideas generales” del argumento de una historia y el resto de la misma tiene que ser inferido o reconstruido. En este proceso de reconstrucción de la historia se pueden elaborar recuerdos falsos.
Entre las muchas causas por las cuales una persona puede tener recuerdos falsos, las que más se han investigado son los estados alterados de conciencia, por ejemplo la hipnosis. Durante mucho tiempo se empleó esta técnica para ayudar a los pacientes a hablar con más libertad y sin inhibiciones sobre sus problemas psicológicos. También se ha utilizado en interrogatorios policiales como una ayuda a los testigos de un delito para que intentaran recordar más detalles del evento que presenciaron. Aunque efectivamente en ambos casos las personas podían reportar nuevos detalles, las autoridades y los científicos estudiosos de la memoria humana se dieron cuenta muy pronto de que gran parte de ellos podían ser falsos. Se descubrió que bajo este estado de conciencia las personas son muy susceptibles de ser inducidas a recordar algo que realmente no ocurrió. Otra técnica de interrogatorio que también produce recuerdos falsos y que durante un tiempo se usó en investigaciones clínicas y policiales es la inyección de un fármaco conocido como “suero de la verdad”.
El caso de H. M.
Uno de los casos más notables en la historia de las neurociencias, y que ayudó a comprender los mecanismos de consolidación de la información en el cerebro, fue el de un paciente epiléptico conocido como H. M. Cuando era niño, H. M. sufrió un fuerte golpe en la cabeza por un accidente de bicicleta. Años después comenzó a padecer de fuertes ataques convulsivos que los medicamentos sólo controlaron durante un tiempo. Por ello los médicos que lo trataban decidieron someterlo a una cirugía experimental en la cual extrajeron la parte medial de ambos lóbulos temporales del cerebro. Como consecuencia H. M. presentó graves problemas de memoria, en especial era incapaz de aprender nueva información. Podía releer una y otra vez el mismo libro como si fuera la primera vez y reírse de los mismos chistes. Conservaba recuerdos adquiridos mucho tiempo atrás (como su nombre, el de sus padres o su dirección) y podía mantener una conversación durante un tiempo, pero si se le distraía no recordaba de lo que estaba hablando ni reconocía a su interlocutor. Sus médicos tenían que decirle quiénes eran cada vez que los veía. H. M murió en 2008 y a lo largo de su vida fue sometido a muchos estudios. Gracias a este caso fue que se descubrió la importancia del hipocampo cerebral en la memoria episódica.
Lo que no fue
La psicóloga Elizabeth Loftus, de la Universidad de California, en Irvine, Estados Unidos, es una de las investigadoras más reconocidas en el área de la memoria falsa; ella ayudó en la solución del caso de Gary Ramona. Junto con su equipo de colaboradores, Loftus se ha dedicado a investigar la susceptibilidad de las personas para generar tales recuerdos. En uno de sus experimentos consiguió que un grupo de personas creyeran que en la infancia tuvieron una experiencia que en realidad no sucedió. A estas personas se les proporcionaron por escrito tres historias verídicas sobre algún hecho de su vida infantil. Las historias fueron obtenidas de un pariente cercano. Mezcladas con estas tres historias había una cuarta que era totalmente falsa: describía que cuando eran niños habían ido con su familia a un centro comercial y en un descuido se habían extraviado hasta que una anciana muy amable los ayudó a encontrarla. Al final de tres entrevistas sobre las historias que habían leído, el 25% de los sujetos que participaron en el experimento comenzaron a “recordar” detalles de “cuando se perdieron en el centro comercial”. Algunos incluso pudieron describir a la anciana que los ayudó o las emociones que sintieron en ese momento.
No obstante, otros investigadores cuestionaron los resultados de estos experimentos argumentando que extraviarse en un centro comercial o en cualquier otro lugar puede ser un evento relativamente común en la infancia, aunque en un primer momento no se recuerde. Así que Loftus y su equipo se dieron a la tarea de diseñar otros experimentos para ver si era posible implantar una falsa memoria de un evento improbable. Uno de ellos consistió en manipular una fotografía de los participantes cuando éstos eran niños. Se tomó, por ejemplo, la fotografía de un participante siendo abrazado por su papá frente a su casa y se la manipuló de manera que padre e hijo abrazados aparecieran en otra fotografía en la canastilla de un globo aerostático. Los familiares confirmaron a los investigadores que un evento así nunca sucedió. Cuando los participantes observaron las fotos trucadas y se les pidió que recordaran lo que pudieran de esa situación, al principio no estaban seguros pero al final del experimento el 50% de ellos pudieron dar detalles de ese evento. Incluso un participante mencionó haber visto desde el aire su escuela y a su mamá en tierra tomando la foto.
En otro experimento se implantó la memoria falsa de un evento que sería imposible que ocurriera. Los participantes tenían que leer una serie de anuncios publicitarios sobre el parque de diversiones Disneylandia. Ellos aseguraron que por lo menos una vez en su infancia fueron a dicho parque. Se les dijo que el objetivo del estudio consistía en evaluar la eficacia de la publicidad para animar a las personas a visitar Disneylandia. Para este experimentó se utilizó un anuncio en el que aparecía el personaje de Bugs Bunny. Al final de la lectura de los anuncios se les pidió a los participantes que mencionaran los recuerdos que tuvieran de cuando fueron a Disneylandia y si habían conocido ahí a Bugs Bunny. El 36% dijeron haber conocido a este personaje en dicho parque, y de éstos la mayoría mencionó haber estrechado la mano de Bugs Bunny o haberlo abrazado, e incluso que tocaron sus orejas o su cola y haber escuchado que les decía “Qué hay de nuevo viejo”. Este tipo de evento es literalmente imposible debido a que Bugs Bunny no es un personaje de Disney sino de la compañía Warner Brothers.
El equipo de Loftus también logró que un grupo de individuos creyeran que en su niñez habían sido testigos de una posesión demoniaca. En este experimento se pidió a los participantes que dieran su opinión sobre la probabilidad de haber presenciado en la infancia diferentes eventos, desde una persona ahogándose hasta que alguien estaba “poseído por el demonio”. Se seleccionaron las opiniones que señalaban como muy poco probable el haber sido testigos de una posesión demoniaca. A las personas cuyas opiniones fueron seleccionadas se les dio un supuesto reporte científico en el cual se describían “casos reales” de posesión demoníaca y se afirmaba que este evento es muy común en la población en general. Después de leer el reporte, algunas de estas personas dijeron que muy probablemente habían sido testigos de un evento similar. Al final del experimento se explicó a los participantes el objetivo de la investigación y la metodología, y se les informó sobre la memoria falsa.
A partir del trabajo de Loftus y sus colaboradores, otros investigadores se han dedicado al estudio de la memoria falsa. Muchos de ellos son especialistas en lo que denomina psicología forense y se dedican, entre otras cosas, a determinar si el testimonio de una persona en un tribunal de justicia puede estar influidos por una memoria falsa.
Cerebro y memoria
Los distintos tipos de memoria se procesan en regiones distintas del cerebro.
El conocimiento declarativo (memoria de trabajo, episódica y semántica) se procesa en la región media del lóbulo temporal y parte del tálamo. La memoria de trabajo se almacena y usa mediante redes neuronales de la corteza. La memoria episódica, que nos permite almacenar y recordar acontecimientos, depende del hipocampo. La memoria semántica, que incluye hechos simples y datos se almacena en la corteza cerebral. El hipocampo puede integrar nueva memoria episódica para almacenarla como semántica en la corteza.
El conocimiento no declarativo, que usamos para saber cómo se hace algo, se expresa con tareas o hábitos aprendidos y requiere de procesamiento en los ganglios basales. El aprendizaje de tareas para las que se necesita realizar movimientos precisos depende del cerebelo.
La amígdala tiene un importantísimo papel, pues “colorea” de emoción los recuerdos. Su función influye en lo que se guarda y qué tan intensamente se retiene, mediante la asociación de premio, castigo o alta carga emocional.
La parte media del lóbulo temporal, que incluye al hipocampo y áreas adyacentes, parece tener la importante función de transformar la memoria de corto plazo en memoria de largo plazo; estas estructuras tienen abundantes conexiones con extensas regiones de la corteza cerebral, especialmente con las involucradas en el pensamiento y el lenguaje, en donde posiblemente se almacena memoria de largo plazo que será usada en situaciones de la vida diaria. Algunas neuronas de la región prefrontal, que usan los neurotransmisores dopamina o glutamato en su funcionamiento, se encargan de la memoria de plazo intermedio que sirve para el trabajo inmediato.
—Eduardo Thomas
¿Engaño útil?
La investigación sobre los recuerdos falsos ha provocado un debate muy interesante. Algunos investigadores creen que con el tiempo será posible implantar casi cualquier recuerdo falso y las personas “infectadas” con este virus mental orientarán su conducta conforme a ese recuerdo. Tal vez hayas visto la película Origen (Inception) con Leonardo DiCaprio. En ella un grupo de seguridad privada inyectaba una sustancia intravenosa a una serie de personas para introducirse en sus sueños e implantar o extraer información de su memoria. Aunque se está muy lejos de lograr algo así, lo cierto es que es posible que las personas modifiquen su conducta o percepciones sobre un evento, situación u objeto a partir de una memoria falsa. Por ejemplo, en un experimento se quiso determinar qué tanto se afectaba la intención de comprar un souvenir de Pluto de Disney, después de implantar un falso recuerdo desagradable de este personaje. El experimento consistió en solicitar a un grupo de estudiantes universitarios que recordaran algunas situaciones que vivieron en su infancia la primera vez que fueron a Disneylandia en la década de los años 90. Entre los eventos que se les pidió que mencionaran estaba si recordaban haber sido lamidos en la oreja por el personaje de Pluto. La gran mayoría no recordaban que eso hubiera ocurrido. A la mitad de los participantes se les dio una nota falsa de periódico, elaborada por los investigadores, donde se informaba sobre el arresto de un empleado de Disneylandia que usaba el traje de Pluto y que trabajó en la década de los 90. En la nota se destacaba el hecho de que el empleado consumía drogas en horas de trabajo y tendía a acosar a los niños lamiéndolos con la lengua de cartón del personaje. El 30% de los participantes del experimento “recordaron” ese evento y dijeron haberse sentido incómodos cuando fueron lamidos por Pluto. Una semana después del experimento se les aplicó un cuestionario sobre el costo que le asignarían a diferentes souvenirs de personajes de Disney. El personaje de Pluto fue el que recibió la menor preferencia entre las personas a quienes se les implantó esa memoria falsa.
Por otro parte, y siguiendo un procedimiento similar, se han podido implantar recuerdos falsos para evitar algunos alimentos y fomentar el consumo de otros. Aunque los resultados son incipientes, ésta parece una aplicación positiva de la implantación de recuerdos y ya se habla de la dieta mental que podría ayudar a las personas con sobrepeso o a que los niños eviten consumir alimentos nocivos, si bien hay muchos aspectos éticos que habría que considerar. De cualquier manera sigue faltando una mayor investigación en este tema.
Un problema de confianza
La moraleja de todo esto parecería ser que debemos desconfiar por completo de nuestra memoria. Sin embargo, en términos generales ésta es sumamente fidedigna. Gracias a ella podemos despertar todas las mañanas y recordar dónde estamos, cómo nos llamamos, lo que tenemos que hacer en el día, etc. (ver ¿Cómo ves? No. 131). Aunque todo esto parece trivial, requiere la existencia de un sistema mental altamente eficiente que almacene y recupere la inconmensurable información de la que disponemos los humanos.
“Sólo nos acordamos de que algo existe cuando falla”, dice el refrán. Lo cierto es que nuestra memoria es susceptible de cometer errores, como ocurre con cualquier otra capacidad humana. Pero los errores de la memoria pueden pasar desapercibidos y hacernos creer que algunos hechos ocurrieron de verdad. Una de las cosas que más llamaron la atención de los investigadores en los casos legales de recuerdos falsos de abuso en la infancia, fue que muchas de las supuestas víctimas habían “recuperado” repentinamente algunos recuerdos “reprimidos” después de muchos años (20, 30 o más años) y con métodos como la hipnosis o el suero de la verdad. Esto dio pie a que se dudara de sus declaraciones.
Los investigadores han observado que algunos psicoterapeutas pueden tener la sospecha de que un determinado paciente sufrió abuso sexual en la infancia e intenten demostrarlo. Si ese abuso no sucedió, el psicoterapeuta puede, sin darse cuenta, inducir al paciente a creer que fue real. Si bien es posible que a veces surjan algunos recuerdos que considerábamos olvidados, lo cierto es que muchas víctimas de abuso sexual nunca olvidan un suceso de tal magnitud y sólo muchos años después pueden llegar a denunciarlo.
En conclusión, nuestra memoria es indispensable para desempeñar todas nuestras actividades cotidianas y en general podemos confiar en ella. Al mismo tiempo, es conveniente mantener una actitud escéptica sobre cuestiones que nos parezcan demasiado oscuras, que surjan con poca claridad de entre nuestros recuerdos o que se nos hayan sugerido como algo que pudo ocurrir.
Más información
- Baddeley, Allan. Memoria humana. Teoría y práctica. México, McGraw-Hill, 1999.
- Manzanero, Antonio. Psicología del testimonio. Madrid, Pirámide, 2010.
- www.psicologiadeltestimonio.com/2011/06/introduccion.html