Ojo de mosca 187
Las razones del divulgador
Martín Bonfil Olivera
¿Por qué compartir la ciencia? ¿Por qué dedicar dinero y esfuerzo a ponerla al alcance del público no científico, como hacemos en la revista ¿Cómo ves?, en museos como Universum, en programas de radio y televisión, y de tantas otras maneras?
Los divulgadores y periodistas científicos, y en general todos quienes nos dedicamos a la comunicación pública de la ciencia, tenemos múltiples motivos para dedicarnos a lo que nos dedicamos.
Es ya repetitivo decir que la ciencia es importante: de hecho, es una de las principales fuerzas que moldean el destino de las sociedades hoy en día. El conocimiento científico y sus aplicaciones tecnológicas determinan no sólo el nivel de bienestar de las personas, la economía y el poderío de los países, sino que son literalmente cuestión de supervivencia a escala planetaria.
En otras palabras, divulgamos la ciencia porque es importante y útil para la sociedad en su conjunto, e individualmente para cada uno de los ciudadanos que la conforman.
Pero hay más razones que justifican el esfuerzo de traducir y contextualizar la ciencia para hacerla accesible a todos. Por ejemplo, que la inmensa mayoría de la investigación científica en el mundo (y casi toda la de nuestro país) se hace con dinero público, que en última instancia proviene de los impuestos de los ciudadanos. Por ello mismo, esos ciudadanos tienen un derecho indiscutible a conocer en qué se gasta ese dinero, y a beneficiarse del conocimiento que con él se produce.
Y eso no es todo. Hay también razones de tipo humanístico y estético que sustentan la labor de divulgación científica. Porque la ciencia es, sin duda, una de las más soberbias creaciones humanas; uno de los productos más complejos, elaborados y perfectos de la razón y la creatividad humanas. Si consideramos que el arte y las tradiciones, por su valor estético propio, constituyen un patrimonio humano que debe ser puesto a disposición de todos los ciudadanos, sería contradictorio no reconocer también el derecho de toda persona a acceder a la cultura científica.
Pero las tres razones anteriores para compartir la ciencia (su utilidad, su financiamiento y su belleza) son de tipo social. Existen también razones personales detrás de la vocación y el entusiasmo de los divulgadores científicos en todo el mundo: a la mayoría de nosotros, al igual que a los investigadores científicos, la ciencia nos fascina, nos asombra y nos permite disfrutar de una experiencia estética, muy parecida a la que produce el arte, pero que pasa primero por la razón.
Y estamos convencidos de que toda persona debería tener la oportunidad de disfrutar este placer intelectual: el placer de la ciencia.
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