22 de noviembre de 2024 22 / 11 / 2024

¿Quién es? 9

Germinal Cocho Gil

Concepción Salcedo Meza

Foto: Antonio Ortiz

La ciencia, una mezcla de asombro y escepticismo

“La curiosidad en las cosas la aplicación de una metodología para tratar de entenderlas y el optimismo son los ingredientes del proceso creativo”, así describe el quehacer científico el doctor Germinal Cocho Gil, investigador del Instituto de Física de la UNAM.

Cocho Gil es un hombre de mirada profunda, afable, y parece un torrente de ideas al hablar de lo que es y ha sido el centro de su existencia: la física, la biología y la medicina, combinación perfectamente enlazada por una óptica humanista y una gran experiencia metodológica. En su cubículo, hace una retrospectiva: “Mi padre era abogado y mi madre escritora de cuentos y artículos periodísticos, con una sólida formación humanista. A mi hermano Flavio y a mí nos fomentaron la idea de estudiar alguna carrera técnico-científica”. Nació en Madrid, España, en 1933, pero con la guerra civil, su familia se separó: a los tres años de edad fue a vivir con su abuela a Valladolid y sus padres y hermano fueron llevados a un campo de concentración. Cuando lograron salir, en 1940, vinieron a residir en México. “Llegué a México con mi abuela en 1945, con una gran ilusión por encontrarme con mi familia. Como todo niño me parecía todo muy novedoso y agradable, nunca me sentí extraño ante una nueva cultura y un nuevo país”.

En 1950 decidió estudiar para médico cirujano en la UNAM; realizó una tesis acerca del metabolismo del agua y el sodio en ratas, y comenzó a interesarse en problemas en los cuales requería saber de física y matemáticas. “Eran los tiempos en que la frontera de la física eran las partículas elementales; es decir, lo más pequeño”, aclara el investigador.

En 1959 ya era físico egresado de la Facultad de Ciencias de la UNAM y en 1962, doctor egresado de la Universidad de Princeton, Estados Unidos. Más de una década incursionó por los caminos de la biofísica molecular, las partículas elementales y la teoría cuántica de campo, entre otras. Pero en los años setenta, al demostrarse que había una similitud matemática entre la física teórica de partículas y de campos cuánticos con la mecánica estadística, el doctor Cocho vio la posibilidad de analizar el comportamiento de sistemas que tienen muchas partículas que se interrelacionan y chocan. Desde entonces, se dedica a la dinámica de los sistemas complejos abiertos, tanto físicos como biológicos y sociales.

“Soy un físico no tradicional que busca a través del análisis de los sistemas complejos responder a grandes preguntas de componente filosófico, por ejemplo ¿se puede conocer y desentrañar la información biológica de los genes?, ¿cuáles son los mensajes genéticos que permiten manejar las enfermedades?, ¿cómo aletargar el desarrollo del virus del sida?  O ¿cómo se dio el origen de la vida en el espacio interestelar?”. Cuando se refiere a la investigación sobre el sida, el rostro de científico se embarga de la esperanza de que pronto él y su equipo de colegas, tanto del Instituto de Física como del de Biomédicas, puedan develar los complejos comportamientos del ADN de ese virus y sugerir algún tratamiento terapéutico que pudiese modificar al ribosoma —donde se traduce la información del virus a proteína— y así disminuir su acción infecciosa. En otras palabras, se busca un meca mismo que reduzca la velocidad de reproducción de las células infectadas.

Al preguntarle a quién admira, el doctor Cocho responde: “No soy hombre que tenga dioses; sin embargo, he admirado a ciertos científicos que han hecho grandes aportaciones al conocimiento como Einstein, Schrödinger y Crick, pero Newton es el que me merece mayor admiración. Lo que he hecho en ciencia, no ha sido siguiendo a una persona, sino a mis reflejos de aquello que me entusiasma”.

Varios libros, artículos internacionales, así como estancias de investigación en Italia, Argentina, Brasil, Estados Unidos, España e Inglaterra, constituyen el devenir intelectual, por cierto matizado por esa dualidad escéptico-optimista, característica de Cocho. Este esfuerzo a su labor se reconoció en 1969, al otorgarle el Premio de la Academia de la Investigación Científica, y en 1991, con el premio Universidad Nacional en Investigación en Ciencias Exactas. Además, es investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores.

Hombre comprometido con su tiempo, su historia, su mundo, pero en especial con sus alumnos, el doctor Cocho explica: “Les enseño el entusiasmo y el amor a la ciencia, condición fundamental para hacerla interesante y encontrar soluciones a los problemas. Les enseño que el mundo puede ser de ellos y no de los científicos tradicionales”:

Personalmente

• Perfil humano. Soy una mezcla de tranquilidad y de enojos, aunque predomina en mí la serenidad y el optimismo.

• Logros. Estoy satisfecho de lo que he hecho en la vida. México me ha brindado muchas posibilidades de desarrollo personal y científico.

• Emociones de la vida. A veces vienen de la ciencia, o de una poesía, pero sobre todo de mi esposa, que es guapa e inteligente.

• Preferencias artísticas. La que más me gusta de todas las artes es la música, sobre todo Beethoven y Mozart. En pintura, el renacimiento italiano y los impresionistas. En cine, Einsenstein, las películas del Indio Fernández y del neorrealismo italiano.

• Pasatiempos. Escucho música, nado, juego dominó y leo libros de sociología, biología y antropología. En alguna época de mi vida estudié arqueología egipcia y aprendí a leer jeroglíficos.

• Literatura favorita. La novela policíaca, de ficción y los ensayos filosóficos. Alguna vez me llegó mucho Shakespeare porque muestra la vida con un marco histórico; a él le debo haber aprendido historia de Inglaterra, y a Alejandro Dumas, de Francia.

 
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