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¿Puro cuento?
Fernando Morales G.

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Según varios estudios los cuentos populares hacen más que entretener. Pensemos, por ejemplo, en la película La bella y la bestia, adaptación de Disney de un cuento cuyas primeras ediciones datan de 1740 pero cuyo origen está en la tradición oral antigua. De hecho existen por lo menos 59 cuentos similares, incluyendo una versión china, El príncipe serpiente, donde se obliga a una doncella a vivir con un monstruo.
¿Cuáles son los efectos emocionales y cognitivos de esa narrativa en la sociedad?, ¿por qué nuestro cerebro disfruta esas historias que persisten hasta la actualidad? y ¿cómo una narrativa influye en nuestras creencias y decisiones en el mundo real? son preguntas que guían investigaciones multidisciplinarias de psicólogos, neurólogos, antropólogos, biólogos y matemáticos que han observado que cerca de dos tercios de las historias más recurrentes en las tradiciones narrativas parecen variaciones de tres aspectos: alimentación, reproducción y posición social.
Contar historias es de los pocos rasgos humanos comunes a todas las culturas quizá porque este mundo imaginario es una suerte de campo de entrenamiento para poner en práctica la interacción humana y aprender costumbres y reglas sociales. En tanto las historias revelan emociones humanas, lo que ahora se investiga es si esta propensión a la narración tiene raíces o ha dejado marcas biológicas.
Fernando Morales G.
Estudiante de la maestría en comunicación FCPyS, UNAM