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¡Rayos!
David Vázquez Z.
Ilustración: Shutterstock
Cuando cursaba el tercer año de secundaria en San Miguel Xaltepec, Puebla, se inauguró un laboratorio para realizar experimentos. La verdad estaba emocionado pues era la primera vez que entraba a un espacio como ese. No sabía mucho de ciencias, me preguntaba de qué sirve un laboratorio y pensaba que ese lugar no era para mí. La primera clase que tuvimos fue de física y si mal no recuerdo fue sobre cómo se realizaba la descomposición en colores de la luz blanca. Para mí eso fue súper, era la primera vez que lo observaba, y al mirar a mis compañeros me decía: “¡rayos!, parecen científicos locos, como en las películas”.
Tiempo después me tocó exponer un proyecto relacionado con las tres leyes de Newton. Reconozco que, como otras ocasiones, no había estudiado de modo que estaba nervioso. Una de mis compañeras me apoyó y antes de presentarme me dio algunos consejos, incluso me dio una pulsera, según ella para la buena suerte, pero no la acepté porque creí en mí pese a no saber mucho acerca del tema, y pensé que no la necesitaba porque no soy supersticioso.
Cuando por fin llegó la hora de presentarme, aún muy nervioso, mi exposición fue exageradamente corta. Probablemente porque le caía bien a la maestra me saqué un gran 8. No es algo de lo que esté muy orgulloso, pero esa fue mi primera exposición en el laboratorio.
Bachillerato Salesiano Benavente
Tehuacán, Puebla