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Mamá, mamá la Luna me sigue
Rosa Angélica Álvarez Santin
Cuando era pequeña, tal vez de unos tres años, pensaba que por las noches la Luna me seguía ya fuera en un viaje por carretera o incluso simplemente al salir a caminar por la calle. Con el fin de probar mi hipótesis, muchas noches traté de caminar y correr a diferentes velocidades. Repetí el experimento en diversas condiciones, variando la ubicación —el patio de mi casa, el patio de mi abuelita o la calle—, el clima, e incluso las estaciones del año. Y llegué a la conclusión de que la Luna efectivamente parecía seguirme. Además recopilé información con mis colegas de preescolar, los cuales habían llegado a la misma conclusión.
Muchas veces le pregunté a mi mamá por qué la Luna parecía seguirme; ella me contestaba dulcemente que seguía a los niños bonitos. Explicación que jamás me satisfacía.
Pero, ¿qué sucede en realidad? ¿Es verdad que la Luna nos sigue?
No, la Luna no sigue a nadie que no sea la Tierra. Lo que ocurre es que la Luna y la Tierra se encuentran muy separadas entre sí, a una distancia de 380 000 km (aproximadamente 30 Tierras), por lo que cualquier distancia ya sea de unos metros o de muchos kilómetros —caminando, corriendo o en carro— es muy pequeña en comparación con el enorme espacio que nos aleja de la Luna, de esta forma parece que no nos hemos movido. ¡Vaya! Es un efecto óptico.
Si los niños supieran eso a la edad de tres años, se quedarían muy satisfechos con la explicación, y no pensarían que la Luna es una perseguidora serial de niños.
Rosa Angélica Álvarez Santin
Estudiante de la Facultad de Química
Universidad Nacional Autónoma de México