Migrantes por naturaleza
Guillermo Cárdenas Guzmán
Foto: Arturo Orta
Las migraciones, que nos llevaron a poblar todos los rincones del planeta, contribuyeron a forjar nuestra especie. Además han enriquecido a las sociedades en múltiples sentidos: cultural, económico y genético.
Esta historia comenzó en el Paleolítico, hace entre 60 000 y 70 000 años, cuando el último periodo glacial —que concluyó hace unos 12 000 años— generó grandes perturbaciones climáticas en todo el planeta. Las praderas del norte de África se convirtieron en un gran desierto que obligó a los pocos miles de seres humanos que ahí habitaban a emigrar hacia otros territorios (ahora clasificados como continentes) en busca de refugio y alimento.
Poco a poco este grupo de cazadores recolectores superó la amenaza y se multiplicó. Así, tal como lo hicieron algunos de sus antecesores, entre ellos el Homo erectus, que llegaron a Europa y Asia cientos de miles de años antes, los Homo sapiens tuvieron también múltiples desplazamientos y mezclas de poblaciones fuera de África. Aquella sería sólo la primera entre una oleada de migraciones que condujeron a nuestra especie a adaptarse a distintos climas y hábitats, desarrollar tecnologías y extender su huella por prácticamente todos los rincones del planeta.
Los movimientos migratorios persisten, aunque ahora con circunstancias, causas y efectos diferentes a los que probablemente motivaron a nuestros ancestros a dejar su cuna africana (véase ¿Cómo ves? No. 196).
Los seres humanos nos forjamos como especie migrante y lo seguiremos siendo, aunque en fechas recientes políticos y caudillos de varias naciones atribuyan a este fenómeno el origen de muchos males. Al contrario: las evidencias de investigaciones de distintas disciplinas, plasmadas en documentos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y del Banco Mundial, por ejemplo, demuestran que las migraciones no deterioran ni empobrecen, sino que enriquecen —en un sentido sociocultural, económico y genético— a sus comunidades de origen y destino.
Causas múltiples
En el pasado prehistórico los cambios climáticos detonaron las migraciones; siglos después, la expansión de los imperios y las grandes potencias coloniales dieron un poderoso aliciente económico a este fenómeno. En el mundo actual, en el que los sistemas de comunicaciones y transportes facilitan los desplazamientos, las razones para migrar son múltiples: desastres por fenómenos naturales, desempleo, desigualdad, conflictos armados…
La investigadora Martha Judith Sánchez, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, expone que el fenómeno migratorio es amplio y complejo por la pluralidad de factores que lo componen. En el caso de México —para el que ella ha estudiado los flujos internos y hacia el exterior— indica que han existido causas económicas, pero también otras de tipo social como discriminación étnica, violencia y desigualdad de género.
Esta situación, advierte la académica, propicia que muchas mujeres busquen a través de la migración alternativas para escapar de los contextos de exclusión que viven en sus comunidades de origen.
Genoveva Roldán Dávila, del Instituto de Investigaciones Económicas, también de la UNAM, observa que durante la mayor parte de la historia las mujeres participaban sólo como acompañantes de los varones (esposos, padres, hermanos) en sus mudanzas. Sin embargo, a partir de los años 90 comenzó un proceso de “feminización” migratoria, en el que ellas migran por decisión autónoma.
“El fenómeno de la migración interna o internacional siempre ha sido muy dinámico en México, con diferentes tendencias a través de su historia”, cuenta por su parte el investigador Rodolfo Cruz Piñeiro, del Departamento de Estudios de Población de El Colegio de la Frontera Norte. En la década de 1960 y 1970 se volcaba principalmente hacia las grandes metrópolis del país, como Guadalajara o la Ciudad de México. Pero la situación cambió a partir de los años 80 debido al crecimiento de las urbes medias, explica el especialista. Paralelo a esta tendencia, siempre ha habido una intensa migración a Estados Unidos, que tuvo su auge en la década de 1990, cuando anualmente emigraban “al norte” entre 300 000 y 440 000 mexicanos.
Sin embargo, apunta Cruz Piñeiro, a partir de la crisis hipotecaria que se desató en ese país en 2007 ha habido un marcado descenso en el flujo de mexicanos a Estados Unidos. La tendencia se ha mantenido y ahora la cifra no rebasa los 150 000 emigrantes por año.
Genes y cultura
“Desde sus orígenes, nuestra especie se ha constituido como tal en un contexto de migración y cambio climático a través de diversos procesos”, sostiene el antropólogo físico Víctor Acuña Alonzo, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
El fundador del Laboratorio de Genética Molecular de la ENAH destaca entre esos procesos las habilidades para aprender y transmitir conocimientos y después la diversificación del Homo sapiens, que se dio a partir de las migraciones de poblaciones humanas inicialmente dentro de África y después fuera del continente.
“Muchas de las particularidades de lo que nos define como especie son las adaptaciones que se dieron por el hecho de dejar el ambiente arborícola donde vivían otras especies de primates relacionadas con nosotros”, agrega Acuña. Por ejemplo: al salir de su hábitat original en los árboles y adaptarse a distintos climas y modos de supervivencia, el Homo sapiens se diferenció de otros primates como el chimpancé y adquirió rasgos distintivos como la locomoción bípeda (andar en dos pies), la pérdida de vello corporal y el aumento en el tamaño relativo del cerebro.
Más tarde, a esta diversificación física asociada con las migraciones —que inicialmente tenían propósitos exploratorios y luego dieron paso a nuevos asentamientos— se sumó la diversificación de las culturas y el desarrollo de un intenso intercambio que abarcó desde la información genética y los objetos materiales hasta la lengua y las costumbres.
Al analizar los rastros de esta enorme variabilidad genética humana y compararlos con datos geográficos y lingüísticos, científicos como el genetista italiano Luigi Luca Cavalli-Sforza han podido reconstruir el árbol genealógico de nuestros ancestros y las rutas que siguieron durante sus migraciones.
“Así como los arqueólogos tienen una estratigrafía (estudio de la superposición de capas o estratos de terreno), podemos hablar de una estratigrafía de poblaciones: en diferentes periodos, cada lugar se ha conformado con la llegada de migrantes que trajeron no sólo sus variaciones genéticas, sino también muchas contribuciones culturales”, refiere Acuña Alonzo.
Riqueza y diversidad
Por su parte la antropóloga y genetista Karla Sandoval Mendoza, del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad (Langebio) del Cinvestav, ubicado en Irapuato, Guanajuato, considera que la apertura de este abanico de variabilidad genética asociado con las migraciones humanas resultó provechoso en la medida que a través del mestizaje detonó una enorme riqueza genética y cultural.
La especialista recuerda que los mexicanos actuales provenimos de procesos de intercambio de acervos genéticos que dieron inicio tras las migraciones humanas de Asia a América a través del estrecho de Bering (hace unos 18 000 años) y que mucho después, durante la colonización, se enriquecieron con componentes de poblaciones de Europa y África.
¿Qué ventajas aporta una mayor variabilidad genética entre las poblaciones humanas? Para responder, Víctor Acuña señala la otra cara de la moneda: la ausencia de esa diversidad, que se asocia con una mayor prevalencia de enfermedades de tipo hereditario. Esto lo han observado muchos antropólogos al estudiar poblaciones aisladas por barreras físicas o culturales.
“Una excesiva homogeneidad genética (similaridad en los genes) se traduce en una mayor probabilidad de que aparezcan enfermedades de origen genético”. Además, dice Acuña, la respuesta del sistema inmunitario depende en buena medida de la diversidad genética: cuanto mayor es ésta, más grande es el repertorio de agentes patógenos que ese sistema puede reconocer y combatir.
En este sentido, argumenta el genetista, sí podríamos decir que la diversidad genética tiene ventajas. “Como antropólogo no puedo estar a favor o en contra de la consanguineidad o de las comunidades que deciden cerrarse y no mezclarse con otras, aunque esto nunca ha ocurrido al 100 %, pues incluso las más aisladas tienen cierto mestizaje que podemos corroborar con los datos genéticos”.
Las oleadas migratorias antiguas y más recientes han conllevado también algunas desventajas. Un claro ejemplo es la transmisión de agentes infecciosos como los parásitos del género Plasmodium, causantes de malaria, que se propagan entre los humanos a través de mosquitos Anopheles. Durante sus largos periplos, los migrantes contribuyeron de manera involuntaria a dispersar esta enfermedad desde África hacia América y otras regiones del mundo. A pesar de ello, el balance de esos movimientos migratorios a escala mundial ha sido muy fructífero. En el ámbito social, por ejemplo, ha generado un fenómeno que los antropólogos llaman sincretismo cultural, es decir, la transculturización y mestizaje que resulta de la fusión de culturas.
“Estos intercambios aumentan la riqueza no sólo a nivel genético; a nivel cultural aportan grandes ganancias, pues generan muchos procesos de sincretismo que podemos observar en la comida, los textiles, la comunicación, la música o cualquier otro aspecto derivado de la cultura. Las migraciones son, en ese sentido, un sinónimo de diversidad y enriquecimiento”, argumenta Karla Sandoval.
La migración es un fenómeno complejo y cambiante debido a los numerosos factores que la componen. Sus causas también son múltiples: pobreza, desigualdad, falta de empleos bien remunerados, conflictos bélicos o políticos. En la actualidad, la mayor parte de los migrantes (65%) busca insertarse en los mercados laborales de los países de destino.
Fuentes: Reporte Internacional sobre Migración 2015 del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la Organización de Naciones Unidas (ONU) Consejo Nacional de Población (Conapo-México); Organización Internacional del Trabajo; Dra. Genoveva Roldán, Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.
Impacto económico positivo
La inmigración tiene un impacto económico generalmente positivo en los países receptores, aunque esto tiene matices y depende de qué tan bien se integren los migrantes, planteó el director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) David Lipton durante un seminario realizado en Bélgica en enero pasado. Si bien aclaró que los beneficios no son inmediatos y que existen ciertas desventajas, el funcionario reconoció que las ganancias asociadas son compartidas por todos los grupos socioeconómicos.
“La inmigración ha aumentado significativamente el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita en las economías avanzadas, por las habilidades y complementariedad (de los trabajadores) impulsan la productividad laboral” expresó Lipton. El PIB per cápita es un indicador de desarrollo macroeconómico que se determina al dividir la cantidad de bienes y servicios producidos por un país entre el número de sus pobladores. El director del FMI también señaló que en algunos lugares la llegada de inmigrantes en edad laboral ayuda a contrarrestar la escasez de mano de obra provocada por los bajos índices de natalidad que hace décadas se registran ahí.
Lipton hizo tales observaciones en una conferencia titulada: “¿La migración puede funcionar para todos en Europa?” Ese continente enfrenta desde 2015 una crisis migratoria, cuando más de un millón de personas procedentes de Medio Oriente y África entraron a la Unión Europea, que agrupa 28 naciones. El funcionario desmintió la idea, basada en una observación simplista de la economía, de que los migrantes “roban” empleos a los residentes locales.
Esta visión, que los economistas llaman del “equilibrio parcial”, puede resumirse así: al aumentar la oferta de trabajo, los migrantes presionan hacia abajo el nivel de salarios, lo cual afecta a los trabajadores nativos. “La antipatía hacia la inmigración con frecuencia se basa en esta perspectiva”, acota Lipton. Esto requeriría que todos los demás factores de producción permanecieran constantes, lo cual no sucede en la realidad. Un ejemplo: los inmigrantes son también consumidores, en algún momento van a gastar parte de lo que ganan y con ello a aumentar la demanda, incluida la de empleos.
Genoveva Roldán Dávila lo resume así: “las contribuciones de los migrantes a las economías de los países de destino son muy altas”. Por ejemplo, se calcula que la aportación conjunta de los 30 millones de connacionales que radican en Estados Unidos (tres generaciones) es de alrededor del 8 % del PIB en ese país.
La investigadora indica que por lo regular se destacan los beneficios que van a obtener los migrantes mexicanos en Estados Unidos debido a las diferencias salariales en ambos países. Sin embargo, aclara, más del 80 % de sus ingresos (calculados con base en un salario mensual promedio de 2 190 dólares) se quedan en el mercado interno estadunidense.
“Esos inmigrantes están integrados a la economía de Estados Unidos, de modo que también van a consumir en dólares, a pagar renta, agua, transporte y otros servicios públicos”, expone la especialista en mercados laborales internacionales. Además, agrega, las remesas que envían los mexicanos residentes en el extrajero al país están dispersas en más de 80 millones de transferencias, por lo cual su impacto en la economía nacional no tiene el mismo peso que una operación de inversión extranjera directa.
En 2016, el monto total de esas remesas fue de 26 970 millones de dólares, más del 2 % del PIB de nuestro país. Esta cifra supera el presupuesto que tuvo la Agencia Nacional de Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos (NASA) ese mismo año: 18 500 millones de dólares.
Con información combinada de registros fósiles, restos arqueológicos y las herramientas de las ciencias genómicas, los científicos han trazado las probables rutas de las migraciones prehistóricas de nuestra especie, primero dentro de su “cuna” en África y después hacia todas las regiones del planeta.
El descenso del nivel del mar y el aumento de las capas de hielo durante la última glaciación (80 000 - 11 000 años atrás) pusieron al descubierto grandes porciones de territorio ahora sumergidas que facilitaron los desplazamientos entre lo que ahora denominamos continentes.
Fuente: Revista Science; investigador Víctor Acuña Alonzo, Laboratorio de Genética Molecular, Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Desarrollo inclusivo
El Reporte Internacional sobre Migración 2015, de la Organización de las Naciones Unidas, coincide con estos planteamientos: “cuando está apoyada por políticas adecuadas, la migración puede contribuir al desarrollo económico inclusivo y sostenible, tanto en las comunidades de origen como en las que alojan a los migrantes”. En 2014, las remesas enviadas por los procedentes de países pobres a sus hogares sumaron unos 436 000 millones de dólares, un aumento de 4.4 % respecto al nivel de 2013.
Esos fondos, puntualiza el documento, excedieron el monto total destinado por las instituciones oficiales de asistencia y el de la inversión extranjera directa en el mundo (salvo en el caso de China). Tales recursos son usados para mejorar la vida de las familias y comunidades a través de inversiones en educación, salud, alojamiento e infraestructura en los países de origen.
Las naciones de destino también pueden beneficiarse con los migrantes, pues con frecuencia éstos subsanan la escasez de mano de obra, generan empresas, empleos y contribuyen con sus impuestos a la seguridad social; en muchos casos también hacen grandes aportaciones culturales e intelectuales, como sucedió en nuestro país con los exiliados de la Guerra Civil Española. Entre ellos estaban notables artistas, educadores, científicos y filósofos.
“Pensar que la migración puede desaparecer no es viable ni en los modelos económicos ni en la realidad”, advierte Roldán. Y Martha Judith Sánchez, quien coordinó un estudio comparativo sobre la expansión de zonas vitivinícolas y el trabajo inmigrante en tres países, Estados Unidos, España y Portugal, coincide con esta postura.
La especialista en temas agrícolas del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM encontró que en la región vitivinícola de Napa en California hay una persistente escasez de mano de obra durante los periodos “pico” de empleo. Los productores han usado varias estrategias, como la subcontratación de trabajadores de otras regiones, pero ni durante la crisis económica de 2008 han podido paliar dicho déficit.
Debido a las condiciones de ese trabajo (requiere gran esfuerzo físico, es temporal y mal pagado), los trabajadores nativos estadunidenses no lo han aceptado, así que el argumento de que los inmigrantes extranjeros los desplazan es, al menos en este caso, absolutamente falso.
A estas consideraciones económicas habría que añadir las de tipo natural, histórico y antropológico: el ser humano es migrante por naturaleza y ni las barreras geográficas, materiales o ideológicas han detenido su incesante flujo milenario. “Hoy suponemos que la gente emigra para buscar mejor condiciones de vida, para desarrollarse humana y socialmente. Pero el hecho de explorar territorios es parte constitutiva de nuestra especie y esa puede ser perfectamente otra causa de las migraciones”, concluye Víctor Acuña.
Más información
- Livi, Massimo, Breve historia de las migraciones, Alianza Editorial, Madrid, 2012.
- Agusti, Jordi y Mauricio Antón, La gran migración: la evolución humana más allá de África, Crítica, Barcelona, 2011.
- Organización Internacional para las Migraciones, “Informe sobre las migraciones en el mundo 2015”: http://publications.iom.int/system/ files/wmr2015_sp.pdf
Guillermo Cárdenas Guzmán es periodista especializado en temas de ciencia, tecnología y salud. Ha laborado en diversos medios de comunicación electrónicos e impresos, como los diarios Reforma y El Universal. Actualmente es reportero y editor de contenidos de ¿Cómo ves?