Espinas
Lorena Gonzáles Pérez

Fotos: Juan Antonio López
El proceso de la evolución ha llevado a ciertas especies de plantas a desarrollar formas de autoprotección. Una de ellas son las espinas, las cuales actúan, entre otras cosas, como un escudo contra de las agresiones naturales del medio. Las espinas son formaciones agudas y rígidas, a veces ramificadas y provistas de tejido vascular. Además de proteger a las plantas contra los depredadores, facilitan la absorción del agua y evitan su evaporación. Las espinas pueden ser hojas o tallos modificados. El tallo de algunas plantas se adapta a las condiciones del medio y puede transformarse no sólo en espinas, sino también en rizomas como en la patata y el lirio de los valles; en tubérculos como en el rábano; en bulbos como en la cebolla y el tulipán, o en bejucos o estolones como en la fresa.
En la naturaleza encontramos diferentes especies de plantas que presentan espinas. Una de las más conocidas es la familia de los cactus, plantas de ambientes secos capaces de soportar grandes sequías. En las axilas de las hojas de ciertos cactus existen unas formaciones vellosas con espinas, denominadas areolas, desde las cuales pueden brotar las flores o nuevos tallos; en otras familias de plantas desde estas zonas también brotan las hojas, de ahí que se considere a las espinas como hojas modificadas.
Muchas especies de cactus poseen dos tipos de espinas: las radiales y las centrales. Las radiales están destinadas a proteger la planta del exceso de radiaciones solares, son menos robustas y su coloración es clara para reflejar mejor las radiaciones. Las espinas centrales se localizan en el centro de las areolas y su principal función es la defensiva.
Las espinas presentan gran diversidad de formas, tamaños, consistencias y número, características que son por lo general constantes en individuos de la misma especie.
Lorena González Pérez