De entrada 10

Los genes de Sherlock Holmes

Estrella Burgos

En esta entrega de la revista, el legendario detective Sherlock Holmes hace su aparición para resolver el enigma de El fantasma de la casa de campo.

Supongamos por un momento que Holmes, la creación más popular del escritor Arthur Conan Doyle, haya existido realmente, para intentar explicar el por qué de sus asombrosas cualidades y extraña personalidad. ¿Pura genética? Esas capacidades de observación y deducción, que le permitían saber en pocos instantes de dónde venía su interlocutor, su profesión y hábitos, además de embarazosos detalles de su vida personal, ¿acaso se debían sólo a una afortunada mezcla de genes? Quizá, podemos pensar, aunque seguramente Holmes entrenó su mente y su mirada al máximo, guiado por el empeño en acabar con su archienemigo, el profesor Morlarty (quien por cierto, y como decimos en México, tampoco cantaba mal las rancheras). ¿Y qué hay de su carácter huraño o de su afición a tocar furiosamente el violín? ¿O de la notable ausencia en su vida de una relación amorosa? Quizá sean los genes, seguimos pensando, ya menos convencidos; es muy posible que Holmes no tuviera recuerdos precisamente felices de su niñez y juventud. Adivinamos un alma atormentada por quién sabe qué crueldades y abandonos. Esta idea se refuerza cuando, por sutiles insinuaciones de la pluma de Sir Arthur, podemos concluir que Holmes era adicto a alguna droga. Entonces, ¿cuánto habrían influido los genes y cuánto las experiencias en la conformación de la compleja personalidad de un Holmes de carne y hueso? O, para el caso, ¿en lo que somos cada uno de nosotros? Esta última pregunta y sus posibles respuestas es lo que se explora en El determinismo genético, el artículo de portada que ahora presentamos. También en estas páginas, y para ahondar en el tema de la adicción a las drogas, la de Holmes o cualquier otro, contamos con la opinión de cuatro destacados especialistas.