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Estrella Burgos

En las redes sociales empieza a ser común ver fotos de personas recibiendo una vacuna contra la COVID-19. Es sin duda una ocasión para celebrar. Avanzamos en la lucha contra la pandemia, pero como dice Carol Perelman en la sección “Falacias” el proceso de vacunación es paulatino, “como si invitáramos a cruzar un largo puente suspendido a toda la población”. A la cabeza van los habitantes de países desarrollados, al final los de las naciones más pobres. La desigualdad en el acceso a las vacunas es enorme y la pandemia solo terminará cuando la mayoría de la población mundial tenga inmunidad contra el SARS-CoV-2. De ahí la necesidad de que cada vez más países puedan desarrollar vacunas y producirlas a gran escala. Por eso es una muy buena noticia que en México varios grupos de científicos lo estén haciendo, como nos cuenta Guillermo Cárdenas en el reportaje que presentamos en portada. Es posible que para final de año podamos contar con una o más vacunas hechas aquí, eficaces y seguras, siempre, claro, que dichos grupos reciban el apoyo financiero necesario. Y no solo es por esta pandemia, también por las que vendrán pues entonces podríamos tener la infraestructura y los avances en biotecnología que se van a requerir para hacerles frente.

Daniel Martín Reina escribe la historia del Observatorio de Arecibo, ubicado en Puerto Rico, donde se han hecho descubrimientos de gran importancia para la astronomía. Lamentablemente, el formidable radiotelescopio que le daba vida sufrió graves daños en diciembre del año pasado. Pero hay esperanza, nos dice Daniel: no todo está perdido.

Innumerables bacterias que habitan nuestro intestino son indispensables para mantener la salud. Más todavía, explica en su artículo Fabiola Murguía Flores, hallazgos recientes apuntan a que esa microbiota intestinal influye en nuestras emociones, conductas y apetito. De ahí la necesidad de conservarla en buen estado. Tú eres tú y tus microbios.