21 de noviembre de 2024 21 / 11 / 2024

Ojo de mosca 14

¿Tercer milenio?

Martín Bonfil Olivera

Pues bien, henos aquí en pleno año 2000 y el mundo no se acabó. Los problemas computacionales no terminaron con la civilización moderna. Festejamos alegremente y, podríamos pensar, lo peor ya ha pasado. Pero, ¿no podría ser que nos hayan engañado y la amenaza del milenio todavía siga latente? Así es, diría cualquiera que sepa usar el calendario y la recta numérica. Pues, como ya tanto se ha dicho, este flamante año 2000 no es el primero del tercer milenio, sino el último del segundo. O sea que si el mundo se iba a acabar, todavía hay posibilidad que eso suceda el próximo 31 de diciembre.

Para no meternos en polémicas acerca del calendario, el famoso “año cero” y otros temas trillados, mejor preguntemos, ¿vale la pena discutir estos asuntos? ¿Por qué no dejar que cada quien celebre como quiera, cuando quiera, la llegada del nuevo siglo? Nadie puede obligar a otros a aceptar su punto de vista, y quien haya sido tan purista como para negarse a celebrar el milenio el pasado 31 de diciembre, probablemente sólo logró hacerse fama de aburrido y cascarrabias, pero no convenció a nadie.

Sin embargo, hay una razón por la que vale la pena insistir en el tema (sobre todo en una revista científica como ésta). Quienes conocemos el poder y la eficacia de la ciencia como forma de adquirir conocimiento no podemos guardar silencio ante ideas como la del fin del mundo. Tampoco podemos admitir que se cuenten los años de forma incorrecta. Hacerlo significaría que hay que aceptar errores sólo porque son comunes. ¿Qué pasaría si olvidáramos ideas científicas como la relatividad, la mecánica cuántica, la evolución por selección natural o la existencia de átomos, sólo porque no son populares y “nadie las entiende”? ¿Tendríamos también que aceptar la existencia de extraterrestres verdes que nos visitan en platillos voladores, personas que pueden leer la mente y predicciones de nuestro futuro basadas en los movimientos de los astros?

A veces, por su insistencia en combatir errores como éstos, parece que los científicos son unos necios. Pero la ciencia se trata precisamente de eso. De distinguir las simples creencias o preferencias del verdadero conocimiento científico. Que no es seguro ni absoluto, pero sí mucho más confiable que cualquier otra forma de acercarnos a la realidad, pues ha sido sometido a prueba. Así que quienes hacemos esta revista seguiremos defendiendo y tratando de difundir entre nuestros lectores la visión científica del mundo. Y sí, celebraremos la llegada del tercer milenio también a finales del año 2000. ¡Feliz año nuevo!

Comentarios: mbonfil@unam.mx

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