Ojo de mosca 160
Seudociencias, mala ciencia, polémicas
Martín Bonfil Olivera
La ciencia explora la naturaleza para tratar de ampliar el reducido círculo de lo que comprendemos, que siempre será menor que lo que ignoramos. Poco a poco, los investigadores científicos van empujando la frontera de nuestro conocimiento, proponiendo hipótesis y sometiéndolas a prueba mediante observaciones y experimentos.
Fuera de esta frontera se encuentran imitaciones tramposas de la ciencia a las que llamamos seudociencias: falsas ciencias. De la astrología a los remedios milagrosos, se trata de propuestas basadas en el pensamiento mágico, pero que se disfrazan como científicas. A veces manejan un discurso que suena "científico", pero sus explicaciones carecen de todo sentido.
Hay también ocasiones en que científicos legítimos intencionalmente deciden, quizá por la presión para publicar, hacer trampa y falsificar datos para, presentándolos como válidos, aprovecharse de la buena fe de sus colegas. Normalmente, estos casos de fraude científico, que también caen fuera de la ciencia legítima, se descubren tarde o temprano. Y al culpable se le castiga con rigor, expulsándolo de la comunidad científica.
La distinción entre ciencia, por un lado, y seudociencias y fraudes, por otro, casi siempre es bien clara. Pero hay otros casos que muestran que la frontera del conocimiento científico no es tan clara como parece, sino muy borrosa, sobre todo cuando se la examina de cerca.
Un ejemplo ocurre cuando un científico bien intencionado realiza un trabajo de mala calidad —por incompetencia, descuido, ignorancia, sesgos— y produce datos que aparentemente son confiables, pero que al ser examinados con detenimiento por sus colegas resultan ser, simplemente, mala ciencia: ciencia de mala calidad. Recordemos algunos grandes debates científicos, como el aparente logro de la fusión nuclear en frío en 1989 o el supuesto descubrimiento de bacterias que usaban arsénico en vez de fósforo, anunciado con bombo y platillo por la NASA en 2010. Ambos resultaron ser fiascos, consecuencia de un trabajo mal hecho.
Finalmente, es parte del proceso normal de la ciencia que existan polémicas científicas, en las que los expertos debaten acaloradamente dos posturas opuestas, sin que se sepa realmente quién tiene la razón. Dos ejemplos son la discusión reciente sobre el calentamiento global, que sólo hasta hace pocos años quedó cerrada, cuando se aceptó por consenso que se trata de un fenómeno real, o el debate actual sobre la conveniencia o no de cultivar vegetales transgénicos.
¿Caen los casos de mala ciencia o de polémicas dentro o fuera de la frontera del conocimiento científico válido? En todo caso, se hallan justo en la línea que la define, y con el tiempo pueden llegar a quedar dentro, o bien ser excluidas. La ciencia, como toda empresa humana, es cuestión de matices, y cambia en el tiempo.
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