Ojo de mosca 198
Información y calidad
Martín Bonfil Olivera
Vivimos en la era de la información. Las últimas décadas han traído cambios radicales, y cada vez más acelerados, en la manera en que ésta se genera y se difunde.
Hace unos años uno tenía que acercarse a una biblioteca para buscar en libros, lenta y algo trabajosamente, los datos que necesitaba. Hoy internet hace posible encontrar casi cualquier dato en cuestión de minutos, sin moverse de la silla.
Sin duda esto es bueno: nunca la información había estado tan fácil y rápidamente al alcance de cualquiera, en forma prácticamente gratuita. Pero no todo es maravilloso: tal “gratuidad” es relativa. Sólo es real para quien vive donde hay electricidad y conexión a internet disponibles y confiables, y que además tenga una computadora, tableta o al menos un teléfono “inteligente”. Y que domine el no sencillo arte de navegar por internet. El porcentaje de ciudadanos mexicanos con acceso a internet sigue siendo bajo, aunque aumenta continuamente: en 2013 era de 51.2%. Casi la mitad de la población sigue desconectada. Hay otros problemas: la amplia disponibilidad de información, que puede ser instantáneamente difundida a través de páginas web, blogs y redes sociales, hace que al mismo tiempo que la información de calidad circula más ampliamente también lo haga la “desinformación”: información engañosa o manipulada para promover ciertas posturas ideológicas. Circulan ampliamente datos falsos o dudosos, presentados en forma atractiva, mientras que la información confiable es fácilmente ignorada o suprimida.
Un ejemplo grave de desinformación son las campañas para hacer creer a la población que las vacunas pueden ser dañinas para la salud de los niños (cuando, por el contrario, han permitido prevenir o eliminar varias de las enfermedades más graves conocidas).
El doctor Steven Novella, médico y bloguero promotor de la ciencia y el pensamiento crítico, señala que la “Universidad de Google” (la posibilidad de hallar cualquier información en internet) hace que muchas personas crean que pueden convertirse en expertos en un tema sólo con navegar un poco y leer unos cuantos textos. Además, advierte del peligroso “sesgo de confirmación”: la tendencia humana a valorar más los datos que coinciden con nuestras creencias y prejuicios que los que los contradicen. Internet facilita enormemente esto. Finalmente, las redes sociales fomentan que tengamos contacto sólo con gente que comparte nuestras opiniones.
¿Qué hacer? Tratar de buscar información equilibrada; desconfiar de nuestras certezas; aplicar y fomentar el pensamiento crítico; verificar las fuentes de nuestra información, y tener cuidado con lo que difundimos.
No hay que olvidar que, como ha dicho el filósofo español Fernando Savater, no es lo mismo información que conocimiento, ni conocimiento que sabiduría.