26 de noviembre de 2024 26 / 11 / 2024

Ojo de mosca 249

Ciencia y cultura, ¿para qué?

Martín Bonfil

Como animal producto de la evolución, el ser humano necesita, antes que nada, cumplir los requisitos mínimos para cualquier especie que no quiera enfrentar la extinción: sobrevivir y reproducirse.

Pero el humano no es sólo un animal. Es también un ser social, con amplio potencial intelectual y cultural. Además de satisfacer sus necesidades elementales —seguridad, comida, casa, salud—, necesita una vida emocional, social y cultural adecuada y satisfactoria.

La vida moderna de un adulto —luego de los largos años como estudiante— consiste en trabajar ocho horas de lunes a viernes (y con frecuencia más) para sostener las necesidades básicas de la familia.

El escaso tiempo libre puede entonces dedicarse al descanso o a actividades no indispensables: recreación, deporte, el arte, o al simple y necesario ocio. Pero existe el prejuicio de que esto es “desperdiciar” el tiempo. Hay una presión social para estar siempre haciendo algo “útil”.

Reflexionemos: ¿cuál debe ser el objetivo de la vida? ¿Para qué trabajamos? El trabajo no es un fin en sí mismo, y se podría decir que trabajar sólo para pagar renta y comida no es vivir, sino sólo sobrevivir.

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos afirma que “todos los hombres son iguales [y están] dotados de ciertos derechos inalienables: la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.” ¿Qué quiere decir? Que los años dedicados al estudio y luego al trabajo no son lo más importante en la vida, sino un medio para buscar la felicidad, el bienestar, la realización personal.

Pues bien: lo mismo ocurre, a nivel ya no de personas, sino de sociedades, con el arte, la ciencia y, en general, la cultura. Lejos de ser formas de “perder el tiempo”, o actividades “inútiles” y “no productivas”, representan las realizaciones intelectuales más elevadas de la especie humana: lo que nos diferencia de los demás animales. Por ese sólo motivo deberían ser apoyadas sin mezquindades por los gobiernos.

El arte enriquece la vida en formas impredecibles e inesperadas, y nos da valiosísimas herramientas para interpretar nuestra realidad social y cultural. Y gracias a la ciencia podemos entender el mundo natural que nos rodea, modificarlo y controlarlo, y además podemos aplicarla para producir tecnologías e industrias que generan riqueza y mejoran el nivel de vida de los países que la apoyan.

Por estas y muchas otras razones, no es aceptable que un gobierno pretenda recortar la inversión en ciencia, arte y cultura. Hacerlo es despojar a los ciudadanos de su derecho a gozar de sus beneficios, y reducir la auténtica vida humana a una mera supervivencia.

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