Ojo de mosca 279
Las lecciones de ómicron
Martín Bonfil
Fotos: gran chaonan/Shutterstock
Se dice que el químico británico y biólogo evolutivo y molecular Leslie Orgel planteó, en la segunda de sus famosas “reglas”, que “la evolución es más inteligente que tú”.
Es algo que le quedó claro a la humanidad cuando, mientras comenzaba a celebrar el posible fin de la pandemia de COVID-19, se descubrió a finales de noviembre del año pasado una nueva variante del virus SARS-CoV-2 que presentaba más de 60 mutaciones en comparación con el original, 30 de ellas en la proteína de la espícula que usa para infectar nuestras células.
Por desgracia, esto le permitió a dicha variante, denominada ómicron, ser mucho más contagiosa que las previas, y quizá uno de los virus humanos de propagación más rápida conocidos.
Pese a ello, es probable que la pandemia de coronavirus esté ya entrando en su fase final, para convertirse en un virus estacional contra el que tendremos que vacunarnos cada año.
¿Qué lecciones nos deja este que esperamos sea el último coletazo de la pandemia que hemos padecido en los últimos dos años?
Primero: que efectivamente, la evolución siempre nos puede dar sorpresas. Dado que el único “propósito” de un virus es replicarse lo más posible, y como los virus evolucionan por selección natural darwiniana, es natural que, conforme más y más personas desarrollan anticuerpos protectores contra el SARS-CoV-2 —por haber sido infectadas o vacunadas—, este evolucione para escapar a dichos anticuerpos. Es algo que probablemente seguirá sucediendo.
De ahí que la segunda lección sea evidente: los distintos países tienen que seguir invirtiendo en investigación médica y científica que nos permita desarrollar nuevas y mejores vacunas, pruebas de detección y tratamientos para combatir las enfermedades que inevitablemente seguirán surgiendo, como ha ocurrido siempre.
Una tercera lección es la necesidad de reforzar los mecanismos nacionales e internacionales de vigilancia y prevención epidemiológica para detectar a tiempo y limitar en lo posible las pandemias que puedan presentarse en el futuro.
La cuarta lección tiene que ver con la economía: las pandemias no son solo problemas médicos y científicos, sino sociales y económicos. Las sociedades deben tener previstos mecanismos para reaccionar oportunamente y contener los daños socioeconómicos que una pandemia puede ocasionar entre sus ciudadanos, que además de causar muertes pueden deteriorar el nivel de vida y bienestar de todo un país durante años o décadas.
Finalmente, una quinta y última lección es que tenemos, como sociedad, la obligación de fomentar la cultura científica de nuestros ciudadanos, incluyendo a nuestros funcionarios, gobernantes, tomadores de decisiones, empresarios y líderes de opinión. Solo una sociedad que aprecie la importancia de la ciencia, comprenda sus conceptos fundamentales y participe en las decisiones sobre cómo se aplica podrá enfrentar los retos que nos plantea el futuro del planeta.
Lo peor que podría pasar es que, en cuanto esta pandemia termine, olvidáramos las lecciones que nos ha dejado.