Ojo de mosca 286
La viruela del mono
Martín Bonfil
Después de más de dos años de pandemia por coronavirus el mundo estaba ansioso por regresar a una cierta normalidad, en la que no hubiera que seguir pensando en virus, cubrebocas, vacunas ni epidemias.
Sin embargo, los especialistas médicos y epidemiólogos ya habían advertido que las pandemias son fenómenos naturales inevitables, con los que la humanidad ha convivido desde siempre, y que pueden presentarse en cualquier momento. Sabíamos también que destruir ecosistemas silvestres o tener contacto con los animales que los habitan aumenta la probabilidad de que surjan epidemias causadas por nuevos virus.
Hoy tenemos en el mundo numerosos brotes de una nueva enfermedad viral: la viruela del mono (o símica), causada por un virus muy similar al de la viruela humana —mal que durante siglos causó terror a la humanidad, hasta quedar finalmente erradicada del planeta en 1980, gracias a una intensa campaña global de vacunación—.
La viruela del mono existe desde hace mucho, pero solo fue identificada en monos en 1958. Hasta 1970 se documentó el primer caso en humanos y desde entonces se habían dado brotes esporádicos, sobre todo en África central y occidental.
Pero en mayo de 2022 comenzaron a detectarse casos fuera de África. Primero en el Reino Unido, luego en Portugal, España, Estados Unidos y Canadá, hasta llegar a más de 80 países.
Aunque es pronto para saber qué tanto se propagará esta enfermedad —que afortunadamente se cura por sí misma luego de dos a cuatro semanas y rara vez es mortal—, hay algunos aspectos sobre ella que importa comentar:
En primer lugar, aunque en una primera etapa los brotes han afectado principalmente (aunque no de forma exclusiva) a una comunidad específica, la de los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres (homosexuales y bisexuales), sería totalmente erróneo culpabilizarlos o estigmatizarlos por ello. La viruela del mono no es considerada una enfermedad de transmisión sexual, ni está relacionada con la orientación sexual de los pacientes.
Sucede, simplemente, que se adquiere por contacto directo con una persona infectada (sobre todo con las secreciones de las vesículas o ampollas que son características de la enfermedad). Y el contacto sexual es muy directo. Pero cualquier persona puede contagiarse, si tiene contacto cercano con un paciente.
Segundo, se trata de una enfermedad que ya se conocía desde hace 50 años… pero contra la que no se había hecho básicamente nada, porque “solo” afectaba a países africanos. Esto debe servir de llamado de atención para combatir los sesgos y prejuicios que, al privilegiar a ciertos países y dejar de lado a otros, acaban perjudicando la salud de todos.
Y finalmente, será la ciencia, otra vez, la que nos ayude a superar este nuevo reto, ya sea desarrollando vacunas (en varios países se está usando ya la vacuna de la viruela humana, que brinda buena protección contra la del mono) o nuevas estrategias para combatir y prevenir esta y las próximas epidemias que inevitablemente hemos de enfrentar.