Ojo de mosca 309
Salud: ¿mente o cerebro?
Martín Bonfil Olivera
Mosca escudo. Phora Abdominalis. Clase: Insecta. Subclase: Pterygota. Filo: Endopterygota.Orden: Diptera
Hablar de salud implica hablar de enfermedad. Y hablar de salud mental implica, necesariamente, pensar en la existencia de enfermedades mentales. Pero la historia de las ciencias de la salud es un relato siempre en evolución, y los conceptos de “enfermedad” e incluso de “mente” han ido cambiando con el tiempo y adaptándose a lo que, como especie, hemos ido aprendiendo.
En las primeras comunidades humanas y en muchas de las sociedades antiguas se pensaba que las enfermedades eran causadas por la influencia de espíritus, dioses, demonios y otras entidades sobrenaturales. Más tarde se llegó a pensar que muchas podían esparcirse mediante miasmas: una especie de “aires” o partículas insalubres e invisibles. Con el desarrollo de la medicina ciertas enfermedades comenzaron a relacionarse con factores físicos como la alimentación, el ambiente o los hábitos de las personas.
El gran avance vino con el descubrimiento de los microorganismos por Leeuwenhoek en 1674 y luego con la teoría microbiana de la enfermedad, que culminó con los postulados de Koch en 1884. Por un momento se pensó que todas las enfermedades podían explicarse como producto de algún tipo de infección… pero pronto quedó claro que no era así. En especial, las llamadas “enfermedades mentales” parecían —con raras excepciones— no tener relación con agentes infecciosos.
Por otro lado, el concepto de “mente” fue durante mucho tiempo indistinguible del de “alma” o “espíritu”: la concepción dualista predominante consideraba que el ser humano estaba formado por un cuerpo físico y un alma inmaterial. Pero gracias al avance de la investigación sobre el sistema nervioso, sobre todo a partir de los estudios de anatomistas y fisiólogos en los siglos xix y xx, quedó claro que la actividad mental es producto del funcionamiento del sistema nervioso y en especial del cerebro.
Falta mucho para comprender los complejos procesos, en múltiples niveles, que permiten ir de las conexiones entre neuronas a la sensación subjetiva del “yo” consciente. Y surge la interrogante de si los desajustes en el funcionamiento psíquico son realmente “enfermedades mentales” o si son más bien causadas por problemas neurológicos en el sistema nervioso. Se trata de distinciones complicadas y las respuestas también lo son. Aunque existen trastornos cuya causa es exclusivamente orgánica (alteraciones genéticas, anatómicas o funcionales del sistema nervioso), muchos otros ocurren en el nivel psíquico y son producto de una compleja interacción entre factores biológicos, psicológicos y sociales.
Actualmente se trata de evitar el término “enfermedad” para referirse a los trastornos mentales, pues éstos son difíciles de diagnosticar con precisión y tienen un fuerte componente subjetivo. Además, hemos reconocido que no existe una única “normalidad” psicológica, sino una neurodiversidad, que abarca distintas maneras psíquicas de percibir y funcionar en el mundo. Se habla de “trastornos” únicamente cuando sus efectos en las emociones, pensamientos o comportamientos del individuo le producen angustia o interfieren con su funcionamiento en la sociedad, el trabajo o la familia.