Ojo de mosca 39
¿Sesos?
Martín Bonfil Olivera
Desde hace poco puede verse en las calles de la Ciudad de México un curioso anuncio en el que destaca la cara de Albert Einstein, despeinado y distraído como es usual. El texto reza algo así como: “¿Sesos? Todo sabe mejor con tortillas Maseca”.
Más que la falta de respeto al famoso científico, lo que resulta interesante es notar cómo en el anuncio se asocia la inteligencia de Einstein con su cerebro (o sus “sesos”, para seguir el mal chiste del anuncio).
El punto es éste: ¿qué es lo que permitió que Einstein hiciera sus geniales contribuciones a la física? ¿Su cerebro o su mente? En otras palabras, ¿era su cerebro de alguna forma distinto al del resto de los mortales, o era un cerebro normal, sólo que su dueño aprendió a usarlo de una manera especial? (En un interesante artículo aparecido en el número 31 de ¿Cómo ves?, Sergio de Régules comenta que quizá la estructura del cerebro de Einstein presentaba características únicas).
Detrás de estas preguntas se esconde uno de los problemas fundamentales que hay que superar cuando se estudia la mente humana: nuestra natural tendencia al dualismo, es decir, a considerar que mente y cerebro son dos entidades separadas que pertenecen a mundos completamente distintos (el cerebro, al mundo físico; la mente, obviamente, al de lo mental, si no es que al de lo espiritual).
Y ahí empiezan los problemas, porque en el momento en que empezamos a pensar en almas, espíritus o entidades parecidas que no pertenecen al mundo físico, salimos de los terrenos en los que la ciencia tiene algo que decir. Durante siglos, el estudio de la mente fue terreno exclusivo de filósofos y teólogos, mientras que los científicos tenían que limitarse a estudiar el cerebro. Mente y materia separadas por una barrera infranqueable.
Hoy, sin embargo, contamos con un conocimiento detallado de la estructura del cerebro, así como de la organización celular y molecular de las neuronas que lo forman. Esto —junto con las recientes técnicas de obtención de imágenes mediante resonancia magnética nuclear, que permiten observar el interior de un cerebro vivo y aún detectar qué áreas se activan en un momento dado— ha posibilitado la integración de los estudios de la fisiología cerebral con los de los fenómenos de la conciencia. Los estudios actuales sobre la mente están cerca de explicar la forma en que ésta es generada por el cerebro, sin necesitar de ninguna esencia inmaterial.
¿Sesos? Quizá el anuncio de tortillas no anda tan errado: la mente genial de Einstein era producto —un producto muy complejo, pero no sobrenatural— de su cerebro.
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