¿Quién es? 199
Leticia Arroyo Ortiz
Concepción Salcedo Meza
Foto: Arturo Orta
Ciencia para la creación artística
Desde pequeña, en el jardín de su casa, observaba estrellas cuyos nombres sabía gracias a su madre. En el huerto de la hacienda donde vivía, en el estado de Jalisco, cultivaba con su familia caña, cacahuates y frambuesas. Este acercamiento a los aromas, los colores y las texturas alimentó su sensibilidad y más tarde, durante la secundaria, su maestra de taller de artes plásticas, Celia Calderón, la estimuló mucho. Fue así que se convirtió en una artista plástica versátil e integral.
Ella es Leticia Arroyo, pintora, escultora, creadora con textiles y papel hecho a mano; es maestra en artes visuales por la Facultad de Arte y Diseño (FAD) de la UNAM. Su pasión por las fibras y su colorido la impulsó a investigar durante dos décadas sobre los tintes naturales mexicanos para la producción de tapices en algodón, henequén y lana. Inicialmente abordó este tema para obtener el grado de maestría y más tarde escribió un libro.
Leticia nos invita al taller que imparte en la FAD donde observamos cómo experimenta con sus alumnos los procesos para teñir diversos textiles. Con gran orgullo nos muestra su espléndido libro Tintes naturales mexicanos con el cual ganó el Premio Conabio 2008. Cada página está ilustrada con delicadas acuarelas realizadas por ella de las plantas y animales de donde se obtienen tintes, como la hierba del carbonero, la hierba amarga, el palo de Brasil, el muitle, el girasol, la grana cochinilla, el caracol púrpura, el añil y muchos más. Se describen sus características botánicas y los procedimientos para obtenerlos.
Algunos procedimientos, explica, los indagó en los códices Florentino, de Fray Bernardino de Sahagún, y Badiano de Juan de la Cruz; este último sobre plantas medicinales y sus fabulosos tintes. “Fue muy interesante observar –explica– que las representaciones de los dioses, como por ejemplo Xochiquetzal, la diosa de la fertilidad, están ataviadas con un faldellín azul y rosa, tintes obtenidos probablemente del añil y de la grana cochinilla. Pude constatar que los procedimientos descritos en los códices pueden aplicarse hoy en día.” Su inmersión en los códices la llevó a concluir que los antiguos mexicanos consideraban que el color podía cambiar con el paso del tiempo.
Además de la investigación en códices, la maestra Arroyo ha realizado varios viajes a comunidades indígenas para conocer sus técnicas de teñido. Estuvo en una cooperativa indígena en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, donde la enseñaron a teñir con tres tonos de negro con lodo de las cuevas y a obtener color de las hierbas amarga y del carbonero. En Zacapoaxtla, Puebla recuerda: “conocí a una señora que trabajaba el azul añil para teñir telas, lo cual es muy difícil porque se tiene que lograr un nivel de alcalinidad y temperatura precisos, le agregaba patas de pollo, cal, ceniza y hierbas y lo procesaba durante varios días”.
La investigadora aplica en sus trabajos un enfoque interdisciplinario y logra fusionar el arte con la ciencia para estudiar los tintes naturales. Recurrió a botánicos y químicos para analizar los procedimientos y obtener los colores, pues para dominar las técnicas es necesario conocer las propiedades de los materiales como su tensión, resistencia, absorción y ductilidad. La ciencia le permite obtener una obra plástica elaborada, durable y funcional, que tenga las características que ella desea.
Desde 1982 la enseñanza ha sido una prioridad en su vida y actualmente es profesora en el área de escultura de la FAD. Su labor académica ha sido distinguida por la UNAM con el reconocimiento Sor Juana Inés de la Cruz en 2003 y el Premio Universidad Nacional 2014, en docencia.
Hay una tendencia a regresar a los tintes naturales, y a fortalecer la cultura del color obtenido de la naturaleza. A eso se dedica Leticia.
Viajes inolvidables
A Japón, India, Chile, Rumania y Polonia.
Fortalezas
Soy exigente y constante.
Música
El huapango, el danzón, el mambo y la clásica.