¿Quién es? 63

Élfego Ruiz Schneider

Norma Ávila Jiménez

Foto: Adrián Bodek

Cohetero, buzo, gimnasta… y astrónomo

Hace dos años, ví la película Cielo de octubre y me conmovió la historia: trata de cómo un grupo de estudiantes se sumerge en la aventura de construir y lanzar cohetes, hazaña que los conduce a su desarrollo profesional. Pero más conmovida quedé al saber que a mediados de los sesenta, cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias de la UNAM, el investigador Élfego Ruiz Schneider se unió a un grupo de coheteros. Al igual que los protagonistas de la película, los miembros del grupo construyeron y lanzaron cohetes, que alcanzaron hasta 14 kilómetros de altura, lo que les proporcionó valiosa experiencia en el diseño y construcción de instrumentos. “Los lanzábamos desde “Cabo Magueyal” —como lo llamaban por la abundancia de magueyes—, en Otumba”.

Este especialista del Instituto de Astronomía, Premio Universidad Nacional en 1985 y en 2002, después de dos o tres años de cohetero se acercó a esa dependencia porque le interesaba el trabajo que allí se realizaba con el rayo láser. En esa época el Instituto había recibido en donación un intensificador de imagen, aparato que ayudaría a los astrónomos en su tarea de fotografiar el cielo en el Observatorio de Tonantzintla. Le solicitaron a Élfego que lo echara a andar, y en seis meses ya estaba funcionando; el éxito en esa tarea le valió su entrada al Instituto.

A partir de allí, Élfego Ruiz ha participado en el diseño y construcción de diversos instrumentos muy importantes para el quehacer astrofísico, entre ellos el sistema de control del telescopio de 2.1 metros de diámetro del Observatorio Astronómico Nacional (OAN) en San Pedro Mártir, Baja California; el Camila, un detector de la radiación infrarroja emitida por los cuerpos celestes; y el espectrógrafo Camaleón, que descompone la luz de los astros para su estudio y también puede utilizarse como cámara directa. Actualmente Élfego trabaja en el diseño de un nuevo telescopio de gran diámetro para el OAN.

Este investigador, que recibió la distinción Honoris Causa por el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica en 1995, tiene una sorprendente y multifacética historia personal. A los 20 años, siguiendo la tradición de su padre, que era instructor de buceo, tomó todos los cursos y unió esa práctica a su gusto por la arqueología y la geología, por lo que se convirtió en “roquero”. La formación de nuestro planeta y el origen del hombre y de los primeros habitantes de América, son algunas de las incógnitas que hasta la fecha atrapan a Élfego Ruiz entre “esas rocas delatoras de catástrofes naturales, impactos meteoríticos, glaciaciones e inundaciones, que han cambiado el rostro terrestre”. Y ese complejo rostro tiene montañas, las cuales él disfrutaba escalar hasta que sufrió una lesión. Practicó entonces ejercicios a manos libres, argollas, caballo con arzones, barra fija y las paralelas, pero seguía lastimado, por lo que suspendió los entrenamientos. “Como era un inválido —dice en broma el especialista— y estaba afiliado como mecánico de coches de carrera, tuve la oportunidad de correrlos a velocidades arriba de 200 kilómetros por hora; la sensación de potencia es exquisita”. Dejó los autos por las motos, las cuáles corrió algún tiempo en la carretera, pero de manera mucho más moderada.

Esposo de Aurora y padre de Élfego, de 19 años, Ruiz Schneider se distingue por su capacidad para el diseño y construcción de instrumentos astronómicos; es un especialista que ha vivido experiencias tanto terrenales como estelares.