Ráfagas 235
Ráfagas
Martha Duhne
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El costo ambiental del turismo
Arunima Malik y un grupo de investigadores de la Universidad de Sidney, Australia, calcularon las emisiones de gases de efecto invernadero que produce la industria del turismo en 160 países y llegaron a la conclusión de que son cerca de 4 500 millones de toneladas al año, cifra equivalente a 8 % de las emisiones mundiales.
Además de los gases emitidos por el tránsito aéreo, en el estudio se incluyeron otras fuentes como la producción y transporte de los alimentos a los sitios turísticos, la construcción y mantenimiento de los hoteles y restaurantes, los movimientos locales y la prestación de servicios. Es decir, se aseguraron de tomar en cuenta todas las cadenas de suministro que intervienen en dicha industria. La emisión aumentó también por la cantidad de gente que actualmente puede pagar viajes largos y costosos.
Los países que más aportan a las emisiones son Estados Unidos, China, India y Brasil. En 2017 los chinos fueron los que más gastaron en viajes: cerca de 258 000 millones de dólares, cifra que casi duplica lo que gastan los estadounidenses. Los países que son islas pequeñas como Maldivas, Mauricio, Chipre y las Seychelles son muy populares para el turismo internacional y representan entre 30 y 80 % de las emisiones nacionales.
Debido a que el turismo crece a un ritmo mucho mayor que otros sectores económicos, deberá incluirse en los compromisos climáticos del Acuerdo de París, dijo Ya-Yen Sun, de la Universidad Nacional Cheng Kung, de Taiwán, coautor del artículo. Los resultados de esta investigación se publicaron en la revista Nature Climate Change.
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Se recupera población de murciélagos
Las abejas, las mariposas, las aves y algunas especies de murciélagos son fundamentales en los ecosistemas porque transportan el polen de una flor a otra, lo cual permite que las plantas se reproduzcan.
Hace 30 años se desplomó la población del murciélago de hocico largo Leptonycteris yerbabuenae, polinizador del agave tequilero. Este murciélago migra del sur de Arizona y Nuevo México a las regiones del centro y sur de México, donde pasa el invierno. Durante el viaje los murciélagos descansan y tienen crías en cuevas, minas y edificios abandonados, pero diversas actividades humanas fueron acabando con estos refugios. Añádase que algunas personas cazan a estos murciélagos por confundirlos con vampiros. En 1988 el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos estimó que en 14 refugios localizados en lo que se conoce como la “ruta del néctar” no quedaban más de 1 000 individuos y la especie se declaró en peligro. En 1993 México la incluyó en la lista de especies amenazadas.
Estados Unidos y México elaboraron un plan binacional de protección. Se pretendía proteger las fuentes secundarias de alimento de los animales; por ejemplo, los saguaros. Se instalaron rejas para impedir que entraran personas a las cuevas y minas de refugio. También se llevó a cabo una campaña en la que se pidió a voluntarios que pusieran alimentadores de colibríes y reportaran visitas de estos murciélagos.
Para producir tequila la planta debe cosecharse antes de que florezca y los murciélagos no pueden alimentarse de estos agaves sin flores. Recientemente Rodrigo Medellín, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM, diseñó un programa que certifica a los productores de tequila como amigos de los murciélagos si dejan que florezcan algunas filas de plantas de agave para que se alimenten estos animales.
Estas acciones tuvieron un efecto muy positivo. En 2015 México pudo sacar a la especie de la lista de animales en peligro de extinción y en abril de este año Estados Unidos la eliminó de la suya. Se calcula que la población actual del murciélago de hocico largo es de cerca de 200 000 ejemplares. Un ejemplo más de que “la conservación y la ciencia pueden trabajar juntas para darles a las especies una oportunidad de recuperarse y persistir”, como dijo Winifred Frick, directora de la organización Bat Conservation International, en un comunicado en el que dio a conocer esta buena noticia.
Leptonycteris yerbabuenae.© Juan Cruzado Cortés.
Se recupera población de murciélagos
El lado oscuro de usar un teléfono inteligente
Investigadores de la Universidad Estatal de San Francisco, en California, demostraron que el uso excesivo del teléfono inteligente incrementa los sentimientos de soledad, ansiedad y depresión en los usuarios de forma similar a lo que sucede con otras adicciones. Erik Peper y Richard Harvey observaron que los estudiantes en los salones durante las clases y los descansos, en los pasillos, restaurantes o esperando su transporte, en vez de interactuar con sus compañeros tenían permanentemente el teléfono celular en una posición que ellos llaman iNeck, o iCuello, mientras escribían mensajes o pasaban imágenes en la pantalla. Esto preocupó a los investigadores y decidieron estudiar el fenómeno. Reunieron a 135 estudiantes y por medio de una serie de cuestionarios averiguaron, por ejemplo, cuánto tiempo usaban el teléfono y si lo consultaban cuando estaban realizando otras tareas. También les pidieron que definieran su estado de ánimo.
Los teléfonos inteligentes son ya una parte integral de la vida de millones de personas y apenas empezamos a conocer sus efectos en nuestras mentes. Lo que reveló el estudio es que la adicción a estos aparatos forma en el cerebro conexiones neuronales que son similares a las que experimenta, por ejemplo, un adicto a la morfina.
Los estudiantes que reportaron un mayor uso también fueron los que reportaron que se sentían más aislados, solos, deprimidos y ansiosos. Los estudiantes constantemente mantienen los teléfonos prendidos y los atienden todo el tiempo mientras llevan a cabo otras acciones como comer, estudiar, leer, ver una película o escuchar una clase, obligando a su cerebro a una actividad múltiple. Esta multiplicidad de tareas simultáneas tiene como resultado que no se puedan concentrar bien en ninguna, como sí podrían si hicieran una sola actividad a la vez.
Los resultados de esta investigación se publicaron en la revista NeuroRegulation el pasado abril.
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Encuentran un roedor que se creía extinto
La rata canguro Dipodomys gravipes se reportó por última vez en 1986 cerca de San Quintín, pueblo costero del municipio de Ensenada, Baja California. En 1994 el Gobierno de México la colocó en una lista de especies en peligro y se empezó a utilizar como ejemplo de desaparición de especies por el incremento desmedido de terrenos que se dedican a la agricultura.
San Quintín es una zona agrícola que ha tenido un enorme crecimiento en los últimas décadas. Por ejemplo, ahí se siembra cerca del 30 % de las fresas que se producen en México.
Treinta años más tarde, unos investigadores del Museo de Historia Natural de San Diego estaban realizando trabajo de campo al sur de Ensenada, monitoreando comunidades de mamíferos pequeños, cuando cayeron en sus trampas cuatro ratones que no supieron clasificar. Los ratones tenían un cuerpo raro: a todas luces eran roedores, pero sus patas delanteras eran cortas y las traseras muy largas, por lo que se desplazaban saltando como canguros. Tenían además una cola con mechones en la punta. Revisando las notas de campo de personas que habían trabajado en la región años atrás pudieron clasificarlos como ratas canguro de San Quintín, Dipodomys gravipes.
Investigadores del museo y de la organización Terra Peninsular, que coordina la Reserva Natural Valle Tranquilo, han desarrollado un plan de protección para esta especie que incluye estrategias de restauración y conservación, análisis de la salud de la población, y la elaboración de productos educativos y de divulgación de la ciencia. Con ello se busca proteger a esta y otras especies, incluidas dos que se pensaban extintas y que también acaban de redescubrirse: el pequeño roedor Microtus californicus y la ardilla de tierra Xerospermophilus tereticaudus.
Reencontrar especies que se pensaba ya habían desaparecido de la región es una buena noticia en sí misma. También es señal de la salud del ecosistema en el que se encuentran. En zonas áridas los roedores son excelentes dispersadores de semillas, además de ser el alimento de especies carnívoras como zorras y aves de rapiña. El resultado de este hallazgo se publicó en el boletín Mediterranews en abril pasado.
Dipodomys gravipes.Cortesía Terra Peninsular.
Diamantes, evidencia del pasado
Fragmentos de un pequeño asteroide que chocó con la Tierra hace 10 años podrían ser vestigios de un planeta que alguna vez orbitó alrededor de nuestro Sol, de acuerdo con un artículo publicado en la revista Nature Communications en abril pasado.
En octubre de 2008 se detectó un pequeño asteroide que estaba a punto de chocar con la Tierra. Era demasiado pequeño para representar ningún peligro, pero se pudo calcular el lugar y la hora exactos del impacto, en medio del desierto de Nubia, en Sudán. Unas semanas después una expedición recuperó cuatro kilos de fragmentos del objeto. Los primeros análisis revelaron que se trataba de una ureilita, un meteorito muy poco común.
En el 2015, científicos del Instituto Federal Suizo de Tecnología de Lausana, en Suiza, descubrieron pequeños diamantes dentro de los fragmentos. Ya se han localizado estas estructuras en otros meteoritos, pero suelen ser de menor tamaño, de algunas millonésimas de milímetro, lo cual indica que se formaron durante colisiones con otras rocas en el espacio o bien durante el impacto con la atmósfera terrestre. Los del 2008 TC3 tienen 100 micrómetros de largo, por lo que su origen tuvo que ser diferente. Análisis posteriores revelaron que los diamantes tenían muchas imperfecciones con inclusiones de cromita, fosfato y sulfuros de hierro y níquel, lo que revela que los diamantes se formaron a enormes presiones, que sólo se producen a cerca de 650 kilómetros debajo de la superficie de un objeto de dimensiones planetarias.
Existe una teoría que sugiere que en la infancia de nuestro Sistema Solar, hace miles de millones de años, cerca de una decena de protoplanetas orbitaban el Sol y chocaron varias veces hasta que se formaron los planetas rocosos Mercurio, Venus, Tierra y Marte. Estos fragmentos podrían ser la primera evidencia de que esta teoría es correcta; residuos que probablemente terminaron en el cinturón de asteroides, donde permanecieron millones de años hasta que otras colisiones los pusieron en camino hacia un encuentro con la Tierra.
Segmentos de diamante y grafito vistos mediante microscopía electrónica.Nabei et al.