Ráfagas 246
Ráfagas
Martha Duhne
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Un telescopio para cazar hoyos negros
El miércoles 10 de abril una noticia conmocionó al mundo, lo no es un suceso cotidiano, menos aún por tratarse de un tema científico: con una red de ocho radiotelescopios se capturó por primera vez en la historia la imagen de la silueta de un hoyo negro 6 500 millones de veces más masivo que nuestro Sol. El hoyo negro se encuentra en el centro de la galaxia M87, a 55 millones de años luz de la Tierra.
Los hoyos negros han sido objeto de interés de astrónomos, pero también de escritores y cineastas. La película Interestelar, de Christopher Nolan, es la más reciente en la que figura un hoyo negro.
La imagen se dio a conocer de manera simultánea en seis sitios del planeta, en los que se localizan los ocho radiotelescopios que la hicieron posible. Es el resultado de 10 días de observaciones y dos años de análisis de 200 científicos, que colaboraron en el proyecto llamado Telescopio del Horizonte de Eventos (THE).
En México se encuentra uno de los ocho telescopios, el Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano (GTM), construido y operado por el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) y la Universidad de Massachusetts. Desde sus orígenes, a finales de los años 80, el GTM fue el proyecto científico más ambicioso de México tanto por sus alcances como por su costo. Fue impulsado por varios científicos, pero uno en especial dedicó su vida a concretarlo y por eso lleva su nombre: el astrónomo mexicano Alfonso Serrano, quién falleció en 2011.
Se buscó el sitio idóneo en 10 de las cimas más altas del país y al final se eligió el volcán Sierra Negra, a casi 100 kilómetros de la ciudad de Puebla. El Sierra Negra (conocido en náhuatl como Tliltépetl, “montaña negra”) es el quinto pico más alto del país. La elección obedeció a que el lugar es poco húmedo y la pendiente de la montaña es suficientemente suave para poder construir una carretera. La temperatura media en la cima varía entre estaciones sólo 5 ºC. Pero, para una antena de 50 metros de diámetro, fue la velocidad del viento el factor más importante. En la cima del Sierra Negra es adecuada 90 % del tiempo.
Cuando se iniciaron las obras de este proyecto, los ingenieros reportaron que en el lugar encontraron vasijas prehispánicas, evidencia de que se trataba de un sitio de importancia para los antiguos pobladores del lugar.
Es fácil imaginar lo que significó su construcción: los miles y miles de kilogramos de distintos materiales que fue necesario subir a 4 580 metros sobre el nivel del mar para construir este complejo, que al concluir era tan alto como un edificio de 20 pisos y con un peso de más de 2 600 toneladas. Durante su construcción, el GTM enfrentó varios problemas de financiamiento, pero finalmente fue inaugurado en noviembre de 2006 y entró en operaciones cinco años más tarde.
A diferencia de los telescopios ópticos, que captan radiación electromagnética de longitudes de onda pequeñísimas (las de la luz visible), el GTM capta radiación milimétrica, que en el espectro electromagnético corresponde a ondas de radio. Muchos fenómenos astronómicos emiten ondas de radio y estas nos traen información que la luz visible no nos puede dar. “Este radiotelescopio es tan sensible”, dijo Miguel Chávez Dagostino, investigador del INAOE, “que escucha los murmullos más lejanos y antiguos de nuestro Universo”. El telescopio está montado en una base que le permite moverse de izquierda a derecha y de arriba abajo con una increíble precisión.
El GTM ya había dado resultados. En 2018 un equipo internacional de astrónomos, algunos mexicanos, confirmaron la existencia de la segunda galaxia más distante del universo, la G09 83808, que se originó cuando el cosmos tenía menos de 10 % de su edad actual, cerca de mil millones de años después del Big Bang.
Con toda seguridad el GTM seguirá dando sorpresas que harían sonreír a Alfonso Serrano. Con este instrumento México ingresa a las grandes ligas de la ciencia mundial.
Núcleo de M87 visto con Chandra y hoyo negro visto con THE (a distintas escalas). NASA/CXC/Villanova University/J. Neilsen - EHT.
El tiranosaurio más grande del mundo
En el año 1905 el geólogo y paleontólogo estadounidense Henry Fairfield Osborn utilizó fósiles de varias colectas realizadas en el sur de Estados Unidos para nombrar y presentar a la comunidad científica al Tyrannosaurus rex. Desde entonces se han encontrado muchos fósiles que nos han permitido saber más de esta especie que con el tiempo se convirtió en el más famoso de los dinosaurios e ícono de la cultura popular.
Sabemos que tenía un cerebro de casi el doble del tamaño de otros dinosaurios carnívoros, lo que le daba mejor vista y más velocidad. Sus mandíbulas eran tan fuertes que podía destrozar cualquier animal.
Unos paleontólogos de la Universidad de Alberta, Canadá, dieron a conocer al más grande T. rex del mundo y el mayor esqueleto encontrado hasta ahora en ese país. “Encontramos al rex de rexes”, dijo Scott Persons, autor principal del artículo publicado en la revista científica The Anatomical Record en marzo pasado.
Este dinosaurio habitó en lo que ahora es Canadá hace 66 millones de años. Existe una gran variedad de tamaños y pesos dentro de la especie, algunos individuos eran más pequeños y delgados que otros. Este medía 13 metros de largo. Scotty, como lo nombraron (en honor al whisky escocés con el que los científicos celebraron su descubrimiento), era de los más robustos, con huesos de las piernas tan grandes que los paleontólogos calculan su peso en cerca de 8 800 kg.
El esqueleto fue descubierto en 1991, pero tomó más de 10 años extraerlo del estrato donde fue encontrado y casi 20 más de estudios para darlo a conocer. Es también el tiranosaurio más viejo: los científicos calculan que tenía 30 años al morir, una edad considerable para su especie. Sabemos también que tenía costillas rotas, la mandíbula infectada y varias cicatrices en los huesos de la cola, huellas de una vida larga y violenta. Scotty va a ser exhibido en el Museo Real de Saskatchewan en el mes de mayo.
Tiranosaurio. tony241969/Pixabay.
Comunicación entre belugas
En el mundo animal es vital que la madre (en algunas especies el padre) pueda llamar a su cría y viceversa: que la cría dé un grito específico que indique a los padres que está en peligro.
Las belugas son cetáceos de entre cuatro y seis metros con frentes redondeadas y de color blanco cuando adultos. Para esta especie la comunicación entre padres y crías es aún más importante porque pasan gran parte de su vida en regiones árticas, donde hay poca luz la mitad del año. Las belugas tienen varios depredadores en esta región del planeta en la que escasea el alimento: son presa de osos polares y orcas, además de que siguen siendo cazadas en pesquerías comerciales. Para organizarse, saber dónde están los miembros de su grupo y evadir depredadores han desarrollado una gran variedad de sonidos. Por esto son conocidas como los canarios del mar.
Audra Ames, de la Fundación Oceanogàfic de Valencia, grabó durante dos años más de 300 horas de los sonidos que emitían la beluga Kylu y su cría. Analizando los sonidos descubrió, en primer lugar, que el rango de frecuencias en el que se comunican es mucho más amplio de lo que se pensaba, y detectó que la madre y la cría emiten un llamado idéntico, pero diferente al de otras belugas. La investigadora lo catalogó como una especie de apellido con el que se identifican los miembros de una familia.
La investigadora, que publicó sus resultados en el Journal of the Acoustical Society of America, concluye que la gran contaminación acústica submarina que producimos los humanos representa un gran peligro para las belugas y podría explicar, cuando menos en parte, los altos índices de mortalidad en poblaciones de estos animales.
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Muertes evitables
Una investigación internacional dirigida por Shaza Fadel, del Hospital St. Michael’s de Toronto, Canadá, y en la que participó Luz Myriam Reynales-Shigematsu, del Instituto Nacional de Salud Pública de Cuernavaca, México, concluye que si bien las muertes de niños menores de cinco años ha disminuido en todo el mundo, las de los que se encuentran entre los cinco y 14 años sigue siendo motivo de preocupación: cerca de un millón al año. Para entender este fenómeno y hacerle frente, los investigadores se centraron en las causas de mortalidad de personas en ese rango de edad en cuatro países: India, China, Brasil y México, donde habitan cerca del 40 % de esas personas y ocurren más de 200 000 muertes, poco menos de la cuarta parte de los decesos de esas edades. El equipo eligió estos países también porque el registro de enfermedades y muertes es más preciso que en otros países en vías de desarrollo. Los investigadores estudiaron la mortalidad infantil entre 2005 y 2016 por medio de más de 240 000 entrevistas a familias que habían perdido a un menor de edad.
El estudio revela, por ejemplo, que India tiene las tasas de mortalidad más altas en casi todas las categorías, incluidas las que se deben a enfermedades transmisibles que, en ese país, representan casi la mitad de los decesos. Enfermedades como neumonía, tuberculosis y otras prevenibles con vacunas fueron 20 veces más comunes que en China y 10 veces más altas que en México y Brasil.
En China las lesiones y accidentes son responsables de la mayor proporción de las muertes, con ahogamientos como causa principal. Las lesiones por accidentes y el cáncer son las causas más comunes en los cuatro países, con los accidentes de tránsito entre las tres principales causas de muerte para ambos sexos en todos los países. La conclusión más importante es que la mayoría de las muertes que ocurrieron entre 2005 y 2016 en niños y niñas de entre cinco y 14 años en India, China, Brasil y México pudieron prevenirse o tratarse medicamente, es decir, pudieron evitarse. El estudio, publicado en The Lancet, demuestra que los objetivos globales específicos implementados para evitar los decesos de menores de cinco años han dado resultados. Ahora es fundamental desarrollar intervenciones y programas para controlar las enfermedades y lesiones en niños ligeramente mayores.
Gerd Altmann/Pixabay.